Dicen que los perros son ángeles disfrazados y la verdad es que yo cada vez lo creo más.
A veces lloramos en silencio y ellos lo sienten, sí, aunque no digamos nada, aunque disimulemos… ellos lo saben, no necesitan palabras ni explicaciones.
Solo les basta mirarnos…
Se colocan a nuestro lado, como si su misión en esta vida fuera sanar nuestra alma.
Cuanto más rotos estamos, más se acercan. Cuando todos se van, ellos se quedan.
El don que nunca perdieron
Nuestros perros pueden sentir nuestra energía, nuestra angustia, tristeza, etc… no es magia, es algo que muchos no entienden.
Tienen un don especial, uno que va más allá del olfato o del oído, uno que hace tiempo los seres humanos perdimos por vivir con prisas, estrés, sin valores y corazones rotos, pero ellos no, ellos aún lo conservan.
Siempre te reciben con alegría, moviendo sus colas, con los ojos brillando, como si fuéramos la mejor noticia del día.
La pregunta del millón: ¿cuántas personas nos reciben igual?
¡Sin pedir nada a cambio!
Estos seres peludos, nobles, fieles, llenos de amor, se lanzan como si fuéramos sus héroes.
Te esperan, no fallan. No les importa si cometiste errores, te aman igual, su amor es incondicional.
No juzgan, no reclaman, no te comparan con nadie, solo quieren que estemos bien y estar con nosotros.
Son ángeles disfrazados, enviados por Dios para acompañarnos en esta dura vida, para que no nos sintamos solos, compañeros que aman con el alma, sin condiciones.
Cuando se van, duele como si se llevaran una parte nuestra.
El amor que llevan dentro no tiene comparación.
Siempre he pensado que lo más injusto es su corta vida.
«No sé qué idioma hablan los ángeles en el cielo, pero los de la tierra… ladran». 🐾🐾🐾



