Equilibrar Omega-6 y Omega-3 para apagar la inflamación silenciosa

La tercera pata de la mesa

Si la salud fuera una mesa robusta, necesita varias patas firmes. En los dos artículos de las revistas anteriores hablamos de dos de ellas: reducir el azúcar para favorecer el equilibrio ácido-base, y ordenar el balance hidroelectrolítico (agua y sal) para mejorar la conductividad eléctrica del organismo. Hoy sumamos la tercera pata: el equilibrio entre Omega-6 y Omega-3 en nuestras membranas celulares.

Por qué esta pata sostiene toda la mesa

Cada célula está envuelta por una membrana hecha, en parte, de grasas. Si esa membrana es flexible y ordenada, los nutrientes entran bien, las toxinas salen a tiempo y la comunicación entre células fluye.
Cuando se rompe el equilibrio entre Omega-6 (más presente en aceites vegetales refinados y en productos ultraprocesados) y Omega-3 (EPA y DHA), la membrana se vuelve más rígida: entra peor lo que nutre, sale peor lo que intoxica y se enciende un lenguaje inflamatorio que, con el tiempo, se vuelve crónico. Si esta pata cojea, la mesa entera tambalea.

Lo que acaba de confirmar la ciencia

Acaba de publicarse en Lipids in Health & Disease —indexado en PubMed, la base de datos biomédica más respetada del mundo— el mayor análisis global sobre estado de Omega-3 hasta la fecha: más de 590.000 pruebas de sangre seca de la yema del dedo (dried blood spot, DBS).
La foto global es clara: niveles subóptimos de Omega-3 y proporciones Omega-6:Omega-3 desequilibradas en gran parte de la población. Además, el estudio valida esta prueba de gota seca como una manera práctica y asequible de medir y monitorizar el equilibrio de ácidos grasos a gran escala. No es una opinión: son datos de alcance mundial.

Este panorama encaja con décadas de literatura que relacionan una proporción más baja entre Omega-6 y Omega-3 con mejor control inflamatorio y mejores resultados cardiometabólicos. A la vez, sabemos cómo hemos llegado aquí: más aceites vegetales refinados y ultraprocesados, animales alimentados con piensos ricos en Omega-6 y menos pescado azul real. El resultado: una proporción alta de Omega-6 respecto a Omega-3 que favorece la inflamación silenciosa.

Qué hacer, con cabeza y sin dogmas

1) Medir. Antes de cambiar nada, midamos el “terreno”. La prueba de gota seca (DBS) permite conocer tu proporción Omega-6:Omega-3 de forma directa y sencilla.

2) Corregir.
• Reducir el exceso de Omega-6 bajando ultraprocesados y aceites refinados.
• Aumentar EPA y DHA (pescado azul bien elegido y/o suplementación de calidad).
• Proteger el Omega-3 de la oxidación: muchos suplementos no incluyen polifenoles (antioxidantes naturales, por ejemplo de la aceituna como el hidroxitirosol). Sin esa protección, parte del Omega-3 puede oxidarse antes de llegar a la membrana celular y perder eficacia.

3) Verificar. Sin datos, no hay mejora verificable. Repite la prueba de gota seca a los 3–4 meses para confirmar que la proporción Omega-6:Omega-3 se está corrigiendo y que las membranas recuperan flexibilidad.

Un matiz importante: cuando el desajuste es grande, “tomar Omega-3” a secas suele no ser suficiente si no bajas a la vez la carga de Omega-6. Por eso funciona mejor un enfoque doble: menos Omega-6 + más Omega-3 protegido y en dosis efectivas.

¿Suplementos o “balanceadores”?

Aquí la clave es la función, no la etiqueta. Un balanceador es, en la práctica, un protocolo completo:
test inicial → fórmula con EPA/DHA + polifenoles (y ajustes dietéticos) → retest a 120 días.
Existen empresas que ofrecen este circuito con prueba de gota seca y seguimiento. No se trata de marcas; se trata de medir, intervenir y comprobar. Es la forma más honesta y eficaz de trabajar.

El marco que lo ordena todo: las tres patas

Pata 1: equilibrio ácido-base (menos azúcar).
Pata 2: balance hidroelectrolítico y conductividad (agua y sal con criterio).
Pata 3: membranas funcionales (equilibrio Omega-6/Omega-3).

Cuando estas patas están alineadas, el terreno deja de ser combustible para la patología. Los microbios y los estresores existen, claro; pero si el terreno está fuerte, no se quedan a dormir. Como se atribuye clásicamente a Louis Pasteur —y, en ocasiones, a Claude Bernard—: “El microbio no es nada; el terreno lo es todo”. Dicho de otro modo: no estamos inventando nada; estamos buscando la salud, trabajando a favor del terreno para que el cuerpo funcione con eficiencia.

Fuentes Oficiales
• Torrissen M, Gisslevik E, Gundersen TE, et al. Global variations in omega-3 fatty acid status and omega-6:omega-3 ratios: insights from >500,000 whole-blood dried blood spot samples. Lipids in Health & Disease. 2025;24(1):260. (Indexado en PubMed; método de gota seca validado).
• Simopoulos AP. The importance of the ratio of omega-6/omega-3 essential fatty acids. Biomed Pharmacother. 2002;56(8):365-379.
• Blasbalg TL, et al. Changes in consumption of omega-3 and omega-6 fatty acids in the US (1909–1999). Am J Clin Nutr. 2011;93(5):950-962.
• Evidencia sobre polifenoles de oliva (p. ej., hidroxitirosol) como protectores de lípidos marinos y apoyo a la funcionalidad del Omega-3 en alimentos y suplementos: J Agric Food Chem. 2008;56(17); Nutrients. 2021;13(5).

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