El enemigo invisible: El azúcar que no sabe dulce

Durante décadas, nos han hecho creer que la grasa es la culpable del sobrepeso, del colesterol alto y de los infartos.

Pero la ciencia, y sobre todo la experiencia clínica, hoy lo dejan claro:
la grasa que enferma no es la que comes… es la que tu cuerpo fabrica a partir del azúcar.

El cuerpo no guarda azúcar… la convierte en grasa

Nuestro organismo solo puede almacenar una cantidad limitada de glucosa. Lo hace en forma de glucógeno en el hígado y los músculos.
Pero una vez que esos depósitos están llenos (lo cual es muy común en la dieta moderna), el exceso de azúcar se convierte en grasa, especialmente en el abdomen, el hígado y las arterias.

Ese es el caldo de cultivo perfecto para el sobrepeso, la diabetes tipo 2, la hipertensión… y una larga lista de enfermedades metabólicas y cardiovasculares.

¿Cuánta azúcar tolera realmente el cuerpo?

El azúcar no es un nutriente esencial.
El cuerpo humano puede producir la glucosa que necesita a partir de las proteínas (gluconeogénesis).
No necesitamos consumirla.
Y sin embargo, hoy la consumimos en cantidades que rozan lo tóxico.

¿Cuánto azúcar tolera el cuerpo?
La OMS establece que un adulto debería consumir no más de 50 gramos de azúcar al día (unas 12 cucharaditas), la biología nos dice que el organismo maneja bien unos 25-30 g.
Pero en la práctica, muchos adultos triplican y quintuplican esa cantidad, y muchos se van a más de 300 g con facilidad.
Y lo más alarmante: los niños la quintuplican a diario, desde edades muy tempranas.

¿Resultado? Un sistema metabólico colapsado desde la infancia. Adicción, hiperactividad, insomnio, trastornos digestivos, sobrepeso, enfermedades autoinmunes…

El peligro real del azúcar: su camuflaje

Uno de los errores más comunes es creer que el azúcar solo está en lo que sabe dulce.
Gran error.

La industria ha aprendido a esconder azúcar en productos salados como:

  • Salsas “fitness”

  • Pan de molde

  • Kétchup

  • Sopas instantáneas

  • Snacks veganos

  • Comida precocinada y procesada

  • Cereales “integrales”

Y como no saben dulces, la gente ni sospecha. Pero tu cuerpo lo detecta:
Pico de insulina
Caída de energía
Inflamación
Hambre sin saciedad

Azúcar, pH y la acidosis metabólica silenciosa

El consumo excesivo de carbohidratos y azúcares acidifica el terreno intestinal.
Esto genera acidosis metabólica, un desequilibrio que va directamente ligado a todos los procesos inflamatorios crónicos.

Una acidez constante en el organismo favorece la proliferación de microorganismos patógenos como la cándida, bacterias acidófilas y parásitos.
¿Resultado? Digestiones pesadas, distensión abdominal, disbiosis intestinal y un sistema inmune debilitado.

¿Fruta o jugo? La verdad que nadie te cuenta

¿Es lo mismo comerse una naranja que beber su jugo?
Biológicamente, no.

Un vaso de jugo puede contener el azúcar de hasta 20 naranjas.
Nadie se comería 20 frutas en una sentada… pero sí se las bebe en segundos.

Ese azúcar líquido entra directo al torrente sanguíneo, sin freno. Provoca picos de glucosa, fatiga, adicción, inflamación… y, con el tiempo, daño hepático.

Y cuando ese jugo es industrial, envasado, y además dice “sin azúcar añadido”, la cosa roza el absurdo:
«¿¡Encima quieres echarle más!?»

Come fruta como lo haría tu biología ancestral

La fruta no es el problema, pero sí lo es cómo, cuándo y cuánto la comemos.
Come fruta de temporada y local, la que recibe el mismo sol que tú.
Y mejor aún, cómela bajo el sol. La fruta está diseñada para comerse en verano, cuando hay más luz y actividad.
Ahí su azúcar se digiere de forma más eficiente.

¿El cerebro necesita azúcar?

Otro mito clásico:
«El cerebro necesita azúcar para funcionar.»

La verdad es que el cerebro funciona principalmente con grasa y agua.
De hecho, más del 60% de su composición es grasa.
Y en estados de ayuno o cetosis, el cerebro rinde mejor usando cuerpos cetónicos como fuente de energía limpia y estable.

No solo no necesita azúcar, sino que funciona mejor sin su exceso.

El azúcar como droga legal y socialmente aceptada

El azúcar cumple todos los criterios de una droga:

  • Estimula la dopamina

  • Crea tolerancia

  • Genera síndrome de abstinencia

  • Es económica y adictiva

La única diferencia es el envase:
Se disfraza de pastel, batido, barrita “saludable” o bebida energética.

Y así, normalizamos desde pequeños una adicción que sabotea silenciosamente nuestra energía, estado de ánimo, salud digestiva y longevidad.

¿Y qué pasa cuando cada comida lleva azúcar o carbohidratos?

Esto es algo que muy pocos explican y que marca toda la diferencia en tu energía, tu hambre… y tu salud hormonal.

Cuando en cada una de nuestras comidas hay carbohidratos —aunque sean integrales o “light”— el cuerpo responde liberando insulina.

¿Qué hace la insulina?

  • Guarda grasa

  • Inhibe la quema de grasa

  • Y mantiene el hambre activada (sí, incluso después de haber comido)

Por eso, quienes comen carbohidratos en cada comida tienen más antojos, menos saciedad y más altibajos de energía.

En cambio, cuando comemos alimentos densos en nutrientes como proteínas reales, grasas saludables y fibra vegetal, se activa el glucagón.

¿Qué hace el glucagón?

  • Permite acceder a nuestras reservas de energía

  • Favorece la saciedad real

  • Estabiliza el apetito

  • Promueve un metabolismo más eficiente

Por eso, comer bien no es solo cuestión de calorías, sino de hormonas.
Y resetear tu metabolismo empieza por entender quién quieres que gobierne tu cuerpo:
¿la insulina, que te mantiene esclavo del azúcar… o el glucagón, que te da libertad metabólica?

El verdadero enemigo

El mayor enemigo de la salud moderna no está en un tarro de mantequilla…
Está escondido en lo salado, lo líquido, lo envasado y lo “light”.

Y si queremos transformar la salud de esta generación —y de las que vienen— necesitamos transformar nuestra relación con el azúcar.

Desintoxicar el cuerpo de azúcar es comenzar a sanar la mente, la energía y la vida.

Sobre el autor:

Sergio Evangelio, Osteópata, mentor en salud integral y creador de la Técnica Integrativa y del método Reset Vital.

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