La llegada de diciembre introduce un conjunto de prácticas culturales altamente ritualizadas: celebraciones familiares, ornamentación luminosa, intercambio de obsequios, intensificación de la interacción social y un aumento notable de los estímulos ambientales. En familias neurotípicas, este período implica un esfuerzo logístico y económico dirigido a participar en actividades comunitarias, así como una reorganización temporal de los compromisos habituales. En contraposición, en familias que conviven con la neurodivergencia, la dinámica festiva adquiere una complejidad añadida. Desde el paradigma de la neurodiversidad, estas particularidades sensoriales, cognitivas y socioemocionales no se interpretan como déficits, sino como expresiones legítimas de la variabilidad humana, lo que exige un análisis minucioso del entorno y una planificación que salvaguarde el bienestar, además de la seguridad propioceptiva e interoceptiva de todos sus miembros.
Hipersensibilidad sensorial durante las festividades
La hipersensibilidad sensorial constituye una dimensión especialmente relevante. En personas dentro del espectro autista, la elevada demanda social —interacciones prolongadas, conversaciones simultáneas, contacto ocular sostenido, proximidad física constante— puede desencadenar sobrecarga sensorial con el consiguiente desbordamiento emocional. La hiperacusia intensifica la reacción ante estímulos sonoros como la pirotecnia o la música elevada; la fotofobia, por su parte, convierte luces intermitentes, adornos brillantes y proyecciones navideñas en fuentes de disconfort y fatiga visual.
El olfato, decisivo en la experiencia perceptiva, también requiere atención. La convergencia de aromas —comidas tradicionales, dulces típicos, bebidas calientes, inciensos y velas perfumadas— sumada a la heterogeneidad de perfumes en espacios concurridos genera una densidad olfativa ardua de modular. En personas con hiperosmia, esta mezcla puede resultar aversiva o incluso dolorosa, provocando cefaleas, náuseas e irritabilidad, además de desregulación emocional que convierte las celebraciones en entornos hostiles.
Ajustes razonables y diseño ambiental inclusivo
Desde la perspectiva neuroafirmativa —coherente con el paradigma de la neurodiversidad— estas reacciones no constituyen conductas disruptivas; son respuestas adaptativas ante un ambiente que desborda la capacidad de procesamiento sensorial. Por ello, la responsabilidad recae en el diseño ambiental y en la implementación de ajustes razonables que reduzcan la intensidad de los estímulos, aporten control sobre la propia experiencia y fomenten la autodeterminación de la persona neurodivergente.
Impacto del cambio de rutinas y necesidad de anticipación
La alteración de rutinas supone otro desafío significativo. Para muchas personas neurodivergentes, la predictibilidad funciona como un eje regulador fundamental. Las modificaciones en horarios escolares o laborales, los cambios en los ciclos de sueño, las visitas inesperadas, los desplazamientos a entornos poco familiares o la anticipación prolongada de encuentros sociales pueden provocar ansiedad, sobrecarga neurocognitiva y episodios de meltdown —crisis de desbordamiento emocional y sensorial— o shutdown —respuesta de inhibición frente al exceso de estímulos—.
Las estrategias neuroafirmativas persiguen garantizar autonomía, autodeterminación y participación voluntaria, reduciendo la presión social. La comunicación anticipada, los apoyos visuales y los calendarios estructurados facilitan la comprensión de las secuencias temporales, disminuyendo la incertidumbre. Resulta pertinente evitar dinámicas invasivas o aversivas, como coreografías, concursos, disfraces o la asistencia obligatoria a eventos multitudinarios.
Asimismo, se vuelve imprescindible habilitar zonas de autorregulación durante reuniones o actividades comunitarias: espacios tranquilos y sensorialmente atenuados que permitan retirarse ante los primeros signos de saturación. Del mismo modo, la creación de tramos silenciosos en cabalgatas, ferias o conciertos beneficia tanto a personas neurodivergentes como a quienes presentan procesamientos de la integración sensorial que difieren de lo normotípicamente estipulado, así como a bebés y personas mayores. Regular el uso de pirotecnia —sobre todo la sonora— y fomentar alternativas lumínicas o silenciosas favorece la anticipación y facilita estrategias de afrontamiento más eficaces.
La Navidad como laboratorio de inclusión
Estas adaptaciones no deben entenderse como concesiones individuales, sino como medidas de equidad social destinadas a garantizar el acceso universal a las experiencias comunitarias. Incorporar la diversidad neurocognitiva en la organización de actividades navideñas reduce desigualdades, evita la exclusión y fortalece el reconocimiento de la identidad neurodivergente como valor social. La Navidad se convierte así en un laboratorio natural para aplicar principios de diseño inclusivo: anticipar necesidades, ajustar estímulos, flexibilizar expectativas y asegurar una participación digna y respetuosa con la pluralidad neurocognitiva.
En síntesis, abordar las festividades desde una perspectiva neuroafirmativa implica reconocer que la inclusión no es opcional, sino un imperativo ético, educativo y comunitario. Las celebraciones se enriquecen al respetar la heterogeneidad en el procesamiento sensorial, cognitivo y socioemocional, al habilitar espacios seguros para la autorregulación y al situar la autonomía junto con la autodeterminación en el centro de la participación. De este modo, se construyen entornos festivos más accesibles, humanos y representativos de la complejidad neurocognitiva de nuestra sociedad.
Sobre la autora:
Traductora, intérprete, subtituladora, profesora, recepcionista, activista neurodivergente y estudiante de logopedia.
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