Durante una etapa de mi vida también tuve una relación complicada con la comida. No era solo lo que había en el plato… era lo que había dentro de mí. Ansiedad, culpa, miedo, exigencia. La comida se convirtió en un refugio, pero también en un sitio donde me perdía.
Hoy, al mirar atrás, entiendo algo que entonces no sabía expresar: no era un problema de alimentación, era un problema emocional.
Aquella etapa me enseñó que detrás de cada impulso, cada restricción y cada exceso hay una emoción intentando ser atendida. Por eso este artículo es importante para mí. No hablo solo desde lo que he estudiado o acompañado en otras mujeres, sino desde lo que yo misma he vivido:
Cuando aprendemos a gestionar nuestras emociones, la relación con la comida cambia completamente. Se vuelve más tranquila, más consciente… más libre.
Emociones y conducta alimentaria
Los trastornos alimentarios, así como las conductas alteradas con la comida, no se explican únicamente desde la nutrición o el cuerpo. Son procesos profundamente emocionales. La psicología positiva ha permitido entender mejor esta conexión y poner luz en un aspecto clave: el bienestar emocional influye directamente en cómo nos alimentamos.
Dentro de la psicología positiva encontramos dos conceptos importantes:
- Bienestar hedónico: experimentar más emociones positivas que negativas.
- Bienestar eudaimónico: tener propósito, crecimiento y coherencia interna.
Cuando estas áreas están dañadas, nuestra relación con la comida puede convertirse en una forma de gestionar lo que sentimos. La ansiedad puede llevarnos a comer de más; la culpa o el miedo pueden llevarnos a comer de menos; la tristeza puede intensificar los antojos; la baja autoestima puede derivar incluso en trastornos más serios.
No es hambre: son emociones pidiendo ser escuchadas.
El papel esencial de la inteligencia emocional
La inteligencia emocional nos ayuda a comprender este proceso desde dentro. No reemplaza los tratamientos médicos o psicológicos cuando son necesarios, pero tiene un valor inmenso para prevenir, acompañar y transformar.
- Conciencia emocional
Identificar lo que sentimos antes de comer: ¿es hambre real o emocional? - Regulación emocional
Encontrar herramientas para calmarnos sin recurrir automáticamente a la comida. - Autonomía emocional
Fortalecer la autoestima y no dejar que el estado de ánimo decida por nosotras. - Habilidades socioemocionales
Pedir ayuda, hablar, expresar, compartir lo que nos duele.
Cuando estas competencias se fortalecen, la comida deja de ser un refugio emocional y se convierte en una elección consciente.
El cambio no tiene que ver con una dieta. No empieza en el plato, sino en tu interior.
Cuando te permites sentir sin juzgarte, cuando aprendes a diferenciar el hambre real del emocional, cuando dejas de exigirte perfección y empiezas a escucharse con cariño.
Tu transformación demuestra algo importante: cuando se ordenan las emociones, la alimentación encuentra su propio equilibrio.
Una mirada final
Sanar la relación con la comida no empieza en el plato: empieza dentro. Empieza cuando dejamos de castigarnos, cuando entendemos lo que sentimos, cuando dejamos de usar la comida como escondite y empezamos a usarla como cuidado.
Y entonces ocurre la verdadera transformación: la emoción se calma, el cuerpo descansa y la alimentación vuelve a ser un acto de amor propio.
Bibliografía
- Bisquerra, R. (2012). Orientación, tutoría y educación emocional. Barcelona: Praxis.
- Bisquerra, R. (2015). Inteligencia emocional en educación. Madrid: Síntesis.
- Goleman, D. (1995). Emotional Intelligence. New York: Bantam Books.
- Ortega, J. (2010). Psicología de la emoción. Madrid: Pirámide.
- Rodríguez, J. (s.f.). Psicología positiva y bienestar personal.
- Seligman, M. (1999). The President’s Address. American Psychological Association.
Sobre la autora:

Maestra y empresaria, experta en inteligencia emocional y salud hormonal.
Puedes seguirla en Instagram @lorenamilan.integrativa





